De chiquita, recuerdo ver a mi hermana mayor practicar su sonrisa en el espejo para sus fotos de graduación. En
ese momento, me pareció algo inteligente de hacer para salir algo decente en sus fotos. Después, aprendí que
era una señal de su autoconciencia, una capacidad cognitiva que comúnmente se mide con la prueba del espejo.
En este experimento se coloca una marca en el cuerpo de un animal y se observa si usa el espejo para tocar o
investigar la marca en su propio cuerpo. Si lo hace, se interpreta como evidencia de que reconoce que el reflejo
es él mismo.
Este año, estuve en el verano de investigación en el laboratorio de robótica cognitiva. La cognición, en pocas
palabras, es comprender cómo los seres (ya sean humanos, animales o incluso robots) procesan información,
aprenden, razonan y resuelven problemas. Por ejemplo, cuando mi hermana se reconocía a sí misma en el
espejo, no solo veía una imagen, sino que entendía que esa imagen era ella. Esta capacidad de
autorreconocimiento es una forma avanzada de cognición y un claro ejemplo de su autoconocimiento. No se
trata solo de ver, sino de interpretar lo que se ve y relacionarlo con uno mismo. De hecho, el Dr. Bruno (con quien
estábamos en el laboratorio) nos contaba que este es un experimento clásico en psicología del desarrollo, y que
él la aplicaba con sus hijos cuando eran bebés, poniéndoles un post-it en la cabeza para ver si, al verse en el
espejo, se lo quitaban.
Lo que hicimos este verano no fue enseñarle al robot a reconocerse en el espejo —eso ya se ha logrado,
normalmente dándole al robot un modelo cinemático pre-programado (un “manual de instrucciones”) de su
cuerpo—. En cambio, hicimos que el robot usara el espejo para aprender por sí mismo cómo se mueve y cómo
se ve, permitiéndole construir un modelo interno de su propio cuerpo desde cero.